Mis recuerdos de libertad

 Momentos como este provocan en mí un anhelo de libertad y pienso en todas las veces en que la experimenté plenamente.  Uno de ellos fue el tan preciado día del niño allá por los noventa  y tantos. Mi hermana y yo corrimos con ansias hacia el living de la casa donde crecimos y allí estaban esperándonos, nuestras primeras bicicletas, diferenciadas por una rayita adicional en una de ellas. Rueditas de seguridad, por supuesto y un buen compartimento para llevar a todo peluche que tuviera buen comportamiento.

 Mis padres eran una sorpresa constante y siguiendo con esta virtud, nos llevaron a una pista de ciclismo a la ciudad de Campana en la Falcon rural donde tantas veces fuimos felices. Recuerdo el sol en mi cara, sonrisas compartidas por los cuatro, el aliento de mamá para que lográramos algo que ella nunca pudo, la explicación siempre racional de mi papá cuya transmisión de conocimiento era tan obvia para él como “P entonces Q”.

Más tarde, habiendo progresado en esta labor de andar en bicicleta, mis vecinos se vieron comprometidos con la causa de manejar el mencionado vehículo, esta vez sin rueditas de auxilio. Sin tanta delicadeza ni pensamiento deductivo, funcionaron como impulsores de cohetes al espacio con sus manos y tomando una carrera de casi una cuadra, me lanzaron hacia mi progreso. Yo, montada en mi bicicleta con tremenda adrenalina, sentía cómo el aire golpeaba mi cara y me repetía: ¡Lo estás haciendo! La anécdota culmina conmigo en una zanja y mi artefacto encima, pero también con una sonrisa propia y bien acompañada de carcajadas ajenas (amigos en las buenas y en las malas).

 Otra vivencia de sensación de libertad fue una de tantas visitas al rio con papá, donde lo más atractivo era viajar en el capó del auto en una calle cortada. Como buen hombre rústico, mi papá jamás llevaba una canasta con alimentos ni mucho menos mantelería, por lo cual mi hermana y yo nos veíamos en la obligación de quitar el salamín de carnada a los peces para sobrevivir en esa odisea.

Recordar la infancia suele sumirme en un tono pastel, donde se suavizan los miedos y florecen las emociones más puras. Y veinte años más tarde, esta calidez me refresca la sensación de libertad estando en cautiverio.

Carina Hornowski

@cd.hornowski

@melherarte

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s